La proteína Spike, espícula en castellano, es un concepto mundialmente conocido debido al Sars-CoV-2. La proteína Spike cuenta con un papel principal en las diferentes actividades del virus, siendo así la zona más afectada por el sistema inmune. Por ello, es el gen Spike el que puede ser más variable de todo el genoma vírico, siendo el que más presión puede llegar a sufrir en el proceso evolutivo del virus.
Esta pequeña proteína se sitúa en la envoltura del virus y tiene la capacidad de unirse sólo a ciertos receptores en la célula huésped, como los receptores ACE2 humanos. Estos receptores se encuentran en las células del sistema respiratorio y resultan fundamentales para la infectividad viral y para la especificidad del huésped.
En el caso del covid-19, la capacidad de cada virus de unirse a estos receptores originó una nueva versión del virus, provocando su evolución y pudiendo llegar a afectar a un nuevo huésped, el ser humano. Este cambio marcó la identidad y los genes del virus, haciendo que el conocido como covid-19 dejara de propagarse entre animales para llegar a parasitar a la especie humana. Con la mutación que se produjo a principios del 2020, el Sars-CoV-2, propició que el encuentro de los receptores se produjera de una manera mucho más rápida.
Además, con la llegada de la nueva proteína Spike, la unión con los receptores evolucionó con respecto a las versiones anteriores, haciendo que la entrada de la célula fuera rápida, consiguiendo así que el virus pudiera replicarse a mayor velocidad.
Con una nueva mutación, la variante Alfa dio lugar a la unión Spike-ACE2 mejorada. Debido a esta unión, el virus podía acceder a la célula y reproducirse aún más rápido, provocando una mayor cantidad de virus en los tejidos.
De esta manera, al mismo tiempo que los anticuerpos y defensas intentan que la proteína Spike no se una a ACE2, la tendencia evolutiva del virus hace que la proteína Spike se adhiera cada vez más fuerte y rápido.