Las plaquetas ayudan a la coagulación de la sangre y en reparar los vasos sanguíneos que se han dañado debido a alguna lesión. Tienen su origen en la médula ósea y son bastante más pequeños que los glóbulos rojos. Cuando hay un problema en un vaso sanguíneo, las plaquetas actúan de inmediato para adherirse a la lesión y liberar sustancias químicas que van a ayudar a formar un tapón para evitar un sangrado excesivo.
Generalmente, el recuerdo de plaquetas es de unos 150.000 microlitros, aunque los niveles pueden estar más bajos o altos. En el primer caso, el riesgo de que se produzca un sangrado que no se pueda controlar es mayor, mientras que en el segundo hay un mayor riesgo de que se pueda producir un coágulo sanguíneo. Esto puede acabar generando complicaciones como un infarto de miocardio o accidente cerebrovascular.
Las plaquetas son, por lo tanto, indispensables para la salud del organismo, aunque es importante saber qué puede hacer que sus niveles no estén dentro de la normalidad. De esta manera, se podrán evitar los riesgos que supone tener las plaquetas altas o bajas.