La displasia es un concepto que hace referencia a la presencia de cambios en las células que aparecen tanto en los tejidos como en los órganos del cuerpo humano. Un ejemplo de displasia lo encontramos con el Virus del Papiloma Humano (VPH). Las cepas VPH 16 y VPH 18 pueden provocar cambios en las células del cuello del útero que solo se detectarán cuando se realiza una citología. Es importante aclarar que la displasia no es un cáncer.
Sin embargo, a pesar de que la displasia no es un cáncer, conviene vigilar muy de cerca esos cambios que se han producido en las células. En el caso del ejemplo anterior, si el organismo no es capaz de liberarse del VPH, puede que la paciente afectada termine con un diagnóstico de cáncer de cuello de útero. Para evitarlo, se le realizará un seguimiento desde el primer momento para tomar ciertas medidas y evitar que este desenlace ocurra.
La displasia se puede calificar como leve, moderada o grave, dependiendo de la cantidad de tejido que se vea afectado. Cuantas más células presenten cambios anormales, más gravedad presentará la displasia. Además del VPH, otros tipos de displasia son la ósea —que puede provocar un crecimiento desigual de los huesos— o una ectodérmica —que tiene un impacto en el ectodermo del embrión—.
El tratamiento de la displasia dependerá del grado en el que se encuentre. Si es leve, quizás con realizar un seguimiento al paciente para ver cómo evolucionan los cambios en las células es suficiente. Sin embargo, hay circunstancias en las que será indispensable someter al paciente a una cirugía para solucionar la displasia y, sobre todo, prevenir que esta se convierta, con el paso del tiempo, en un cáncer.