La artrografía es una técnica de obtención de imagen que diagnostica los problemas musculoesqueléticos. Específicamente, se centra en las articulaciones para observar si están funcionando de la manera adecuada o si hay alguna lesión deportiva o trastorno muscular para el que deba iniciarse un tratamiento temprano.
Para realizar una artrografía se le debe suministrar al paciente un contraste que se suele inyectar directamente en la articulación de la que se quieren obtener imágenes o en el torrente sanguíneo. Después, se realiza una radiografía que puede completarse con una resonancia magnética, tomografía computarizada o ecografía.
Cada una de estas opciones tiene unas ventajas y dependerá de la lesión que se observe en una primera radiografía la elección de otros métodos para obtener imágenes mucho más precisas y claras que ayuden a realizar un diagnóstico más concreto. Algunas, como la ecografía, permiten observar las articulaciones en tiempo real.
Podemos diferenciar entre dos tipos de artrografía:
En resumen, la artrografía es una de las técnicas más empleadas para descubrir por qué un paciente sufre un dolor en las articulaciones que no tiene explicación aparente o para aquellas personas que realizan deporte y sufren lesiones con frecuencia. No obstante, también permite detectar enfermedades como la artritis.