Los adenovirus, pertenecientes a una familia de diferentes tipos de virus, afectan tanto a animales como a personas y pueden provocar enfermedades respiratorias leves.
Pueden causar infecciones en las vías respiratorias, los ojos y el tubo gastrointestinal. Hay formas de adenovirus que no producen enfermedad y se usan para la terapia génica. Transportan genes que pueden reparar defectos en las células o destruir células cancerosas.
Se identificaron por primera vez en los años 50 y no fue hasta los 80 cuando comenzaron a aparecer los primeros ensayos de vacunas que utilizaban adenovirus para combatir enfermedades víricas diversas. En julio de 2020, la Agencia Europea del Medicamento aprobó la primera vacuna de adenovirus para humanos, desarrollada por Johnson & Johnson, contra el ébola.
Actualmente, tanto la vacuna de AstraZeneca como la de Janssen contra la Covid-19 son de tipo vector viral, es decir, utilizan un virus, modificado genéticamente para que no puede desarrollarse en el organismo humano, que funciona como portador de una proteína presente en el patógeno contra el que se desea inmunizar, en este caso el SARS-CoV-2, para que se genere una respuesta inmune humoral y celular. Este virus portador es un adenovirus.
Por lo tanto, una vacuna de adenovirus se compone de un virus modificado para que no produzca daños en el organismo ni pueda incorporarse al ADN de la persona o animal infectado.
Al aplicar la vacuna, el adenovirus entra a las células y trae este código que es como un caballo de Troya que fabrica la proteína S. La proteína S va a la superficie de la célula, el sistema inmunitario la reconoce y comienza a fabricar anticuerpos contra ella.