El ácido desoxirribonucleico también se conoce como ADN y se trata de una molécula que contiene la información genética de un ser vivo. Esta se transmite de generación en generación a pesar de que admite variaciones. Por eso, aunque los descendientes de una pareja se parezcan a sus padres, siempre hay algunas características únicas.
Una molécula de ácido desoxirribonucleico está formada por una cadena doble que gira dando la sensación de que estamos ante una escalera de caracol. En el centro de esa cadena hay una especie de escalones que crean unas separaciones en toda una secuencia. Esta se logra gracias a los nucleótidos que forman el ADN y el código genético.
La combinación de los diferentes escalones de la cadena de ADN se consigue gracias a la unión de azúcares (desoxirribosa) y fosfatos en los que puede haber 4 bases distintas: adenina (A), citosina (C), guanina (G), y timina (T). Las tres primeras forman parte del ARN, es decir, el ácido ribonucleico que funciona de enlace entre las células y la información genética. Mientras, la última es una base específica del ADN.
A lo largo de una secuencia de ácido desoxirribonucleico se producen distintas combinaciones —por ejemplo, A con T o C con G. Aunque una parte del ADN se hereda, hay otra que varía, como explicamos al principio, lo que permite a cada ser vivo tener un ADN único que no se puede encontrar en otro, ni siquiera entre gemelos.
En la saliva o la sangre está presente el ácido desoxirribonucleico y es por eso por lo que al realizar cualquier prueba genética se llevan a cabo frotis o extracciones de sangre. Y es que el ADN ayuda a determinar cuáles son las probabilidades de desarrollar o heredar enfermedades, al contener información sobre ello.