La asbestosis es una enfermedad que afecta a los pulmones y cuyo diagnóstico es crónico, es decir, una vez detectada el paciente deberá convivir con ella toda su vida. Sus causas se deben a la exposición, durante demasiado tiempo, a las fibras de asbesto que, muchas veces, se encuentran en el suelo o en algunas rocas. Su composición es silicio más oxígeno, entre otros componentes, y aspirar estas fibras es perjudicial.
Durante mucho tiempo, y por desconocimiento, el asbesto se utilizaba en la construcción —estando presente en el cemento, baldosas para las aceras, etc.—, pero también en otros sectores como la fabricación de automóviles. Sin embargo, las personas expuestas a las fibras de asbesto, con el paso del tiempo, desarrollaban estos síntomas:
Cuando la exposición a las fibras de asbesto continuaba, incluso tras aparecer estos primeros síntomas, la asbestosis empeoraba hasta derivar en una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o un cáncer de pulmón. Debido a que no es una patología que se diagnostique con antelación, porque los síntomas tardan mucho tiempo en aparecer —años o décadas—, la salud se acababa viendo comprometida.
El motivo por el que la asbestosis provoca estos síntomas se debe a que las fibras de asbesto hacen que en los tejidos de los pulmones empiecen a aparecer cicatrices. Por lo tanto, esto merma la capacidad que tienen estos para llevar a cabo sus funciones.
La mejor manera de evitar que la sintomatología progrese es evitando exponerse a las fibras de asbesto y tratar la tos, sibilancias, dolor, etc., son medicamentos, oxigenoterapia o rehabilitación para mejorar la función pulmonar. Pero, en casos más graves, puede ser necesario practicar un trasplante de pulmón lo antes posible.
En España, desde el año 2002, está prohibido el uso de fibras de asbesto, dada su peligrosidad a largo plazo para la salud de las personas.