La amilasa salival es una enzima que permite descomponer algunos componentes de los alimentos para favorecer su digestión. Un ejemplo son aquellos ricos en almidones que, una vez entran en la boca y se mastican, las glándulas salivales empiezan a segregar amilasa salival para que estos almidones se transformen en fragmentos más pequeños. Cuanto más se mastique, mejor, ya que se impregnarán todavía más con esta enzima.
El objetivo de la amilasa salival es que cuando se haga la digestión en el estómago y el intestino delgado esta sea mucho más eficaz. Por eso, los expertos siempre recomiendan masticar bien los alimentos. No solo para controlar la sensación de saciedad —pues en ocasiones se consume más comida de la que realmente se necesita—, sino para ahorrarle trabajo al estómago cuyas digestiones serán más ligeras.
A pesar de esto, la cantidad de amilasa salival que tienen las personas no es la misma. Hay factores como la dieta o la salud bucal que pueden influir en que los niveles de esta enzima están mucho más bajos. Esto puede repercutir notablemente en la digestión, por lo que siempre es importante que se mantenga en unos parámetros adecuados.
Asimismo, algunos estudios han descubierto que la amilasa salival tiene una función crucial en la reducción de la placa bacteriana. Por lo tanto, conocer esta enzima permite ser más conscientes de los diferentes elementos que están presentes en el proceso de digestión de los alimentos.