La neoplasia alude al crecimiento de las células de manera descontrolada que termina derivando en una masa o tumor. Esta puede ser benigna o maligna, aunque para saberlo es crucial llevar a cabo una biopsia. Dependiendo del grado en el que se encuentre, puede haber afectado a los ganglios linfáticos o a otros órganos, incluso los más alejados.
Una neoplasia puede aparecer en cualquier parte del cuerpo. Por ejemplo, si se produce en las glándulas mamarias puede generar un cáncer de mama y en los pulmones un cáncer de pulmón. No obstante, como ya mencionamos, no siempre tiene que derivar una neoplasia en un tumor maligno. Puede que solamente sea una masa benigna que se pueda extirpar o controlar para ver si su evolución es satisfactoria o no.
Las causas de la neoplasia son variadas. En algunos casos, el estilo de vida puede provocar que el crecimiento de células anormales aparezca. Esto puede ocurrir cuando, por ejemplo, una persona fuma y las sustancias químicas que entran en sus pulmones terminan, con el tiempo, generando una neoplasia que puede acabar provocando un cáncer. No obstante, puede haber otras razones:
Cuando una neoplasia provoca un crecimiento de células anormales que son malignas puede provocar un cáncer cuyo diagnóstico temprano es importante. Pues, en el caso de que no se trate con el tiempo suficiente, se puede producir una metástasis. Esto ocurre cuando las células viajan a otras partes del cuerpo. Puede ser mortal.
Para diagnosticar una neoplasia deben hacerse una serie de pruebas, como exámenes físicos, pruebas de resonancia magnética, análisis de tejidos a través de biopsias, etc. Una de las más frecuentes, es el test de riesgo oncológico en base a la probabilidad de sufrir un cáncer de carácter hereditario. Los tratamientos, dependiendo de los resultados, puede ir desde la radioterapia, extirpación de la masa, quimioterapia, etc.